Hay una escena que me atormenta hace tiempo, es algo que contó un ex amigo con mucho orgullo hace años mientras fumábamos porro y tomábamos birra, “a ella por poco me la violé” dijo entre risas. Yo hace años no entendía
qué querían las feministas o decía “a mí no me representan”, mi hermana insistía
con sus lecturas feministas y yo tardé en entender que eso de lo que hablaban también
hablaba de mi. Con ella nos tomamos el fino trabajo de repensar todas las
situaciones y actos machistas que vivimos en nuestras vidas. El machismo de la división de tareas, el machismo que no reconoce en el trabajo doméstico un trabajo no remunerado y necesario para el capital, fue el primer machismo que pude
ver. Ahora estoy viendo el de los abusos. El mismo chabón que se jactó de casi haber
violado a una chica fue el chabón que se aprovechó de mí en mi momento de mayor
vulnerabilidad. La culpa, asquerosa culpa, hizo que vuelva a tener trato con él
y yo, con mis resabios de educación católica y esas ideas putrefactas sobre ‘ser
buena con todos’, le dije hace unos meses que sería mejor que no haya rencores
entre nosotros, que todo bien porque tenemos amigos en común. Amigos que
encubren sus machiruleadas, porque ahora lo veo bien, veo bien cómo les
machirules se cubren entre sí. Ese chabón, que yo consideraba mi amigo (porque
no me quería a mi misma como para elegir bien mis amistades y me alcanzaba con
que compartiésemos birra y música) dijo que casi se la violó porque ella estaba
desnuda, la culpó por ser tan linda “¿qué hace desnuda en mi cama si no quiere
coger?” decía y se reía. No, amigo, no. No
entendiste nada, probablemente quería coger con vos, seguramente, pero no así,
no cuando vos digas, no como vos digas. Sexo y poder. Ese mismo chabón, que yo
consideraba mi amigo, me dió un consejo de mierda cuando le conté que estaba en
crisis con mi pareja, me dijo “deberías estar con alguien más” al rato me dijo “me
encantaría que sea conmigo”. Ese mismo chabón, que yo consideraba mi amigo, me
hizo prometer que no diga nada a mi pareja de su declaración, porque mi pareja
era su amigo y él se había cagado en su amigo, se había cagado en mí y había pensado
sólo en su pija. Durante meses callé. Sentí culpa, confusión y caos. ¿Por
qué volví a hablarle después de tantos años? ¿Por qué le dije que estaba todo bien? Lo vi en una fiesta hace poco y vi cómo miraba a todos con su mirada lasciva, como buscando una nueva víctima,
pero ya estamos grandes y nos conocemos entre todos, no hay lugar para su
sexualidad acá. Su sexualidad es la del macho que coge todo lo que puede, como
cuando Martin Fierro dice “todo bicho que camina va a parar al asador” pero con
las mujeres, es el principio de la cosificación. Volví a hablarle por presión social y porque tenemos amigos
en común, esos mismos que inocentemente se ríen de los cuentos de abusos del
machirulo number one del grupo. Se ríen de sus cuentos y nombran a su
sexualidad exacerbada con nombres extraños, para dar cuenta que él es así, que
esa es su naturaleza, que tenemos que quererlo así puesto que no hay lugar para la
disciplina con machirulos tan simpáticos como él. La disciplina dejémosla mejor
para las mujeres, deben pensar sus homúnculos en sus cabezas. ¿Qué hago con mis
amigues machirules? ¿Les hablo o les dejo de hablar? Cuando les conté a algunos
de nuestros amigos en común que tal me había encarado, que yo estaba en pareja,
que no daba, etc, todos, tooooodos me dijeron: “él es así”. Una vez más la
disciplina no es para les machirules, a ellos se los acepta y se les
festeja sus machiruleadas. Los hombres que me rodean son casi todos machirulos
y quisiera, realmente quisiera, que dejen de serlo pero ese poder no está en mí.
Quisiera entonces poder tratarme con hombres que no sean machirulos, que se
cuestionen su sexualidad, que se cuestionen cómo se relacionan con las
personas, que no me tilden de feminazi con una sonrisita mediocre propia del
que se siente amenazado y por eso tira un chiste pedorro. Pero no sé si va a
pasar. Quisiera que piensen seriamente si alguna vez no abusaron del mínimo
poder que les fue cedido en un acto de intimidad ¿nunca abusaron de un alguien? Porque
lo que yo cuento de éste, del machirulo number one que me tocó conocer, es
moneda corriente en esa sociedad.
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