No puedo escaparme de mi nombre. Quisiera escribir y que nadie sepa quién es el autor. Me refugio en la idea de que las cosas bellas tienen que ser compartidas. Le tengo miedo al poder la palabra, cualquier cosa se convierte en un imperativo. Por eso el anonimato es una salida perfecta a mi miedo frente a la posibilidad de hacerme cargo de mi nombre y de que soy un algo que está y que tiene conciencia de sí.