Está bien, quedate con mis palabras muertas en el papel,
con mis manos petrificadas,
con mis pies estancados delante de tu casa,
con mis ojos vueltos hacia mi o hacia ninguna parte
porque al volverte humo ya no puedo siquiera divisarte.
Humo que sos, que fuiste siempre.
Pero tampoco exageres.
No te presenté la certeza de la muerte, ni del desamor.
No te mostré el abismo y la nada, el espacio gris y el silencio.
Fijate, esas palabras que guardaste en el bolsillo no son tuyas,
no te pertenecen.
Son el escupitajo perfecto de quien vio en vos algo que no quiso ser.

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