Voy a dedicarte el tiempo que vos dedicaste a otros.
Voy a permitirme otorgarte nombre y lugar en estas palabras y este espacio.
Voy a dejarte entrar pero sin mayúsculas.
Voy a olvidarme que los días son los días.
Que en las horas debo y tengo que tantas cosas.
Que tu calle y la mía.


Yo si pudiera dibujar, te dibujaría las manos.
Si pudiera dibujar empezaría nunca por tus dedos, sino por los nudillos (más bien estas montañitas que ahora se mueven cuando querés llegar a una cuerda).
Si pudiera dibujarte no dibujaría nunca tu pelo, sí tu nariz y, quizás, tu mentón.
Si pudiera dibujarte no te dibujaría jamás. Porque jamás me acercaría a lo que sos, ni a un centímetro. 
Y menos ahora, que decidí ensamblarte parte por parte y reconstruirte a mi gusto. 
No te dibujo porque te construyo, porque te invento en cada palabra, en cada sonido.


Si hago mi sistema que exista la variable de posibilidad, entonces reformularía todo mi discurso en base a:
“es posible que seas extirpado” o “es posible que seas eliminado del sistema” o “es posible que mi cerebro sea formateado” o “es posible que un taladro mental sea la solución para esta cabeza”.



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